• Year
  • 1958–1960
  • Category
  • Broadcast Receiver - or past WW2 Tuner
  • Radiomuseum.org ID
  • 80152

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 Technical Specifications

  • Number of Tubes
  • 6
  • Main principle
  • Superheterodyne (common); ZF/IF 468 kHz; 2 AF stage(s)
  • Tuned circuits
  • 6 AM circuit(s)
  • Wave bands
  • Broadcast plus 2 Short Wave bands.
  • Power type and voltage
  • AC/DC-set / 110-127 Volt
  • Loudspeaker
  • Permanent Magnet Dynamic (PDyn) Loudspeaker (moving coil) / Ø 16.5 cm = 6.5 inch
  • Material
  • Wooden case
  • from Radiomuseum.org
  • Model: Adagio 60 U1836 - Telefunken Radiotécnica
  • Shape
  • Tablemodel with Push Buttons.
  • Dimensions (WHD)
  • 412 x 290 x 205 mm / 16.2 x 11.4 x 8.1 inch
  • Net weight (2.2 lb = 1 kg)
  • 5 kg / 11 lb 0.2 oz (11.013 lb)
  • Price in first year of sale
  • 3,375.00 Pts
  • Mentioned in
  • -- Original prospect or advert (TELEFUNKEN ESPAÑA)

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LA RADIO DEL BAR MONTECARLO.
Mi infancia transcurrió entre los primeros números de la acera derecha del Paseo del Marqués de Corvera murciano. Allí, en el número seis, estaba la panadería de mi madre, y junto a ella, el Bar Montecarlo. Ya les hablé en otro articulo de la radio de mi madre, una Tungsram modelo Perla. Pues en el vecino bar de Nicolás también había una radio, una Telefunken Adagio que hoy mismo ha pasado a formar parte de mi colección.
El Bar Montecarlo era el mas importante de los tres bares que había en ese tramo de la calle, junto con el Brístol y el Mónaco (que aún subsiste). El Montecarlo tenía una amplia barra y una ventana que daba a la cocina, donde Carmen la mujer de Nicolás (quien ya no esta entre nosotros) trabajaba desde la mañana hasta casi la madrugada, sin dar un solo respiro a la plancha desde siempre había un amplio muestrario de mariscos humeantes. Pasar a mediodía, especialmente un domingo, por delante de la puerta del Montecarlo y no entrar era vencer una poderosa tentación, pues el aire de la calle se llenaba de un aroma a gambas a la plancha que despertaba los jugos gástricos de cualquiera. Según las horas el bar estaba a rebosar o casi vacío.
En la ventana que separaba la cocina del bar, había un mostrador, donde se ponían los platos que salían de la cocina, y sobre el una gigantesca caja registradora manual de color marrón oscuro manejada por Antonia, la cuñada de Nicolás (que también nos dejó) y junto a la caja, de perfil, la radio, que dejaba ver su barniz rojizo y la ventana salida lateral del sonido. Siempre estaba conectada: así lo indicaba su dial iluminado, pero a bajo volumen. Le faltaban algunos barrotes, y a mi aquello no me cuadraba, hasta que un día por fin me invitaron a verla y comprobé que aquellas irregularidades eran debidas a que faltaban tres embellecedores. Y si algo embellecía la radio, al menos para mi, eran las teclas: siempre me entusiasmaron las radios con teclas y con dial horizontal.
Como les digo, la radio siempre estaba conectada, pero con el bar a rebosar era imposible escucharla, entre el murmullo de la gente y las voces de los camareros: ¡Docena y media! ¡Dos de mariscos y una rusa! ¡Media de mejillones! ¡Cinco cañas y tres bolitos!... pero a partir de las tres aquello se quedaba en silencio, y entre el ruido de los vasos y platos bajo el agua, se colaba el limpio sonido de la Telefunken, mientras Carmen comía algo de pie en la cocina y Mercedes se tomaba su cafelito en vaso. Si el tiempo era bueno la radio se escuchaba desde la calle, y yo sintonizaba mi Tungsram en la misma emisora, y asi escuchábamos Discomanía o Las Tardes Musicales de Radio Juventud. Antes habían sonado las camaradas de la puerta del Sol que precedían al Diario Hablado de Radio Nacional, y por la noche había que ponerse al día en el terreno deportivo oyendo Antena Deportiva en Radio Murcia a las diez y cuarto. Una cita obligada era el Teatro del Aire en la noche de Todos los Santos, para oir Don Juan Tenorio a través de Radio Murcia, y poco después la lotería de Navidad, cada 22 de diciembre; en ese día la radio siempre sonaba fuerte, especialmente cuando salía el gordo: entonces todos nos callábamos para oír el numero y cerciorarnos de que, un año mas, no éramos ricos... pero ¡habiendo salud! ¡Nicolás, ponte una cañica pa celebrarlo!.
Cuando cerró el Montecarlo, allá por los primeros años setenta, la radio pasó al garaje de Nicolás, muy próximo al bar, donde tuvo un lugar en una estantería de la pared derecha alicatada con azulejos amarillos. Allí siguió sonando cada día, con su dial fijo en Radio Juventud de Murcia y su luz naranja del dial brillando.
Unos años después el garage se cerró; una tarde por casualidad vi abierta la persiana y entré: allí estaba la Telefunken, enchufada, pero no funcionaba: según que indicó el mecánico, la dejaron conectada durante todo el mes de agosto, y la pobre no aguantó el tirón; yo le pedí que no la tirasen a la basura, que me la diesen a mi. Dijeron que hablarían con el jefe...pero se ve que tal conversación nunca llegó a producirse, y la radio pasó a mejor vida.
Hoy me ha llegado una Adagio desde Valencia, con su mini ojo mágico, sus cinco válvulas sus cinco teclas y su altavoz con las dos ventanas laterales. ¡Ah, y con todos sus barrotes en perfecto orden de revista!

Salvador Saura-Lopez, 07.Nov.08

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